Derechos del Pueblo.

 

Democracia directa y semidirecta

En Suiza, como en todos los países democráticos, los ciudadanos eligen sus delegados para que los representen en el parlamento.

Pero los ciudadanos suizos no sólo pueden elegir a los miembros del parlamento federal, cantonal o comunal, también tienen el derecho de intervenir en el trámite constitucional mediante el referéndum.

La democracia directa no se practica sólo en Suiza, también es aplicada en Italia y en muchos Estados miembro de los EE.UU. Sin embargo, el sistema suizo concede a sus ciudadanos un amplio margen de intervención directa en la política.

Otro instrumento activo de la democracia directa es la iniciativa popular, mediante la cual el pueblo suizo puede promulgar una proposición legislativa o una enmienda constitucional, siempre que ésta no infrinja la Constitución de la Confederación o el derecho internacional. Los suizos también pueden invalidar una disposición legal aprobada por el parlamento por medio del referéndum facultativo.

 

Derechos políticos del ciudadano

El pueblo suizo tiene dos posibilidades para intervenir directamente en la legislación política de su país: por un lado puede impedir por medio del referéndum (facultativo) que una ley aprobada por el Parlamento consiga pleno vigor legal, y por otro puede proponer un proyecto de ley o una modificación de la constitución federal con la iniciativa popular.

 

La iniciativa popular

Los ciudadanos suizos tienen derecho a recurrir a la iniciativa popular, un instrumento político que garantiza su participación activa en la política. Con la iniciativa pueden reivindicar una enmienda de la Constitución federal o una modificación legal. Si el comité que organiza la iniciativa popular consigue reunir 100.000 firmas en un espacio de no más de dieciocho meses, entonces el electorado suizo acude a las urnas para dar su voto en las urnas.

Teóricamente, una iniciativa sólo puede tratar sobre asuntos constitucionales, pero en la práctica han sido aplicadas para temas muy variados.

La gran mayoría de las iniciativas populares no consiguen la aprobación del pueblo electoral. Los temas de las iniciativas son muy variados, entre los cuales cabe mencionar una iniciativa para un recorte del presupuesto militar del ejército suizo (rechazada), o también una iniciativa que pretendía limitar el número de residentes extranjeros en Suiza a un 18% (rechazada).

Iniciativas ya algo más «exóticas» trataron sobre temas como la liberalización en la gestión de los casinos (aprobada), la protección de los humedales (aprobada) y la prohibición de la producción y la venta de absenta (aprobada). La primera iniciativa que se entabló bajo la legislación actualmente vigente, se sometió a votación pública en 1893. Reclamaba la interdicción de matar la res conforme al rito judío en los mataderos, iniciativa aprobada por el pueblo electoral a despecho de la advertencia contraria del parlamento.

El referéndum

Los suizos usan el término «referéndum» para designar una votación popular convocada para revocar una disposición legal ya aprobada por la Asamblea federal. Las exigencias para el referéndum facultativo no son tan elevadas como para la iniciativa popular.

Para que el pueblo suizo pueda derogar una ley ratificada por el Parlamento, se requieren 50.000 firmas en un espacio de cien días. Eso quiere decir que el comité que convoque el referéndum tendrá que reunir por lo menos 50 mil firmas dentro de los próximos cien días tras la promulgación de la ley, para obligar al gobierno a someter el asunto a votación pública.

No obstante, no en todos los casos hay que reunir firmas; en ciertas ocasiones se da el caso de que una decisión parlamentaria concierne normas constitucionales o el derecho internacional. Para estos casos está previsto el referéndum obligatorio. Modificaciones constitucionales, convenios bilaterales o el ingreso en organizaciones supranacionales exigen la ineludible sentencia popular.

Un asunto que está sujeto a una iniciativa popular o a un referéndum obligatorio sólo es aprobado, si se consigue una doble mayoría, o sea si la mayor parte del electorado y de los cantones lo dan por bueno.

 

Participación política del ciudadano

Por regla general, la población votante sufraga hasta veinte o más asuntos nacionales y muchos proyectos cantonales o comunales en cuatro comicios al año. Las autoridades municipales y cantonales prefieren que las fechas de sus sufragios coinciden con las de las votaciones federales. 

De esa manera, se evita que el ciudadano tenga que presentarse demasiadas veces a las urnas, al poder así votar a la vez sobre asuntos municipales, cantonales y nacionales en su lugar de residencia. 

Los asuntos tratados en las votaciones públicas a nivel comunal o cantonal pueden ser de muy diversa índole. En el Cantón de Basilea-Ciudad, por ejemplo, los votantes pudieron decidir sobre la compra de dos cuadros de Picasso para el museo de la ciudad.

En algunos casos las votaciones públicas son de claro interés para el ciudadano suizo, especialmente en casos que tocan asuntos que tienen que ver con la vida privada, familiar y profesional de las personas. En muchos otros casos, sin embargo, como por ejemplo en asuntos complicados que requieren unos conocimientos superiores (materias fiscales o presupuestarias), los ciudadanos no siempre saben exactamente de qué se trata, porque no pueden decir con claridad si el proyecto de ley mejora o empeora su vida realmente.

El pueblo suizo se ha acostumbrado a votar un no cuando no conoce la ventaja de un proyecto de ley. Sólo la mitad de los asuntos que se someten a votación pública son aprobados por el electorado suizo; y las iniciativas populares son incluso rechazadas en nueve de diez casos. 

La participación electoral en los comicios nacionales es muy baja en Suiza, no suele superar el 40 por ciento. Por eso se han sopesado últimamente posibilidades para aceptar la votación electrónica por Internet, para que suba la cota de participación electoral, especialmente entre la gente joven.

 

Pros y contras de la democracia directa

La democracia directa es lenta porque hay muchas instancias y poderes que pueden intervenir en el trámite legislativo. Las contiendas políticas y la busca de un compromiso contundente son variables determinantes del panorama político suizo.

La votación popular es a la vez un instrumento importantísimo para el votante suizo, porque multiplica sus medios de participación, pero, al mismo tiempo, puede frenar reformas o cambios políticos, porque desde la aprobación de una iniciativa popular hasta su materialización jurídica pueden transcurrir muchos años.

Los defensores del sistema democrático-directo dicen que obliga a los diputados de la Asamblea federal a buscar un compromiso cuando se está debatiendo sobre un proyecto de ley, lo cual no hace necesario insistir en puntos controvertidos porque esto significaría que el proyecto en su conjunto estaría en peligro. 

La democracia directa también brinda a la oposición y a los grupos minoritarios la oportunidad de provocar una discusión sobre asuntos que en otros sistemas democráticos se omiten con más facilidad.

Los críticos de la democracia directa destacan, sin embargo, la lentitud y la pesantez del proceso político. Pueden transcurrir cinco años hasta que una iniciativa popular se convierta en ley. Además, el referéndum también es un instrumento para dilatar reformas sociales o políticas.

Un ejemplo al respecto es la aprobación tardía del sufragio femenino. En 1959 fue aprobado por el parlamento pero no entró en vigor por la negativa del pueblo electoral (masculino) en el referéndum subsiguiente. Los hombres suizos concedieron el derecho de voto a sus conciudadanas todavía en el año 1971.

Los críticos también señalan que la regla de la «doble mayoría» da una ventaja muy grande a los cantones pequeños generalmente más conservadores.

La doble mayoría fue por ejemplo decisiva en la votación sobre el ingreso de Suiza en el Espacio Económico Europeo (EEE) en 1992. Había casi tantos votos a favor como en contra, pero una mayoría rotunda de 16 cantones rechazó el referéndum contra 7 cantones que estaban a favor.

Pero para reformar este sistema electoral se necesitarían precisamente los votos de estos pequeños cantones que lógicamente no están dispuestos a renunciar a ese poder.

En un mundo efímero con una comunicación instantánea y una globalización en apogeo, el reto de congeniar la participación democrática con una mayor eficacia del proceso político no se puede alcanzar de una vez para todas, ni en Suiza ni en otras partes del mundo.