La Baja Edad Media

 

 

INTRODUCCION

 

El año 1291 es tradicionalmente considerado como fecha de la fundación de la Confederación Helvética (Eidgenossenschaft, alemán), cuando tres comunidades rurales se unieron en un pacto perpetuo para proteger sus libertades contra potenciales usurpadores.

Los siglos XIV y XV contemplaron la conversión de este núcleo de comarcas confederadas a una alianza que fue incorporando, al paso del tiempo, también a comunidades urbanas. Al término de ese período inicial, a principios del siglo XVI, la Confederación ya empezaría a entrometerse como potencia establecida en las guerras que protagonizaban los reinos colindantes entre sí, llenando los frentes de batalla de éstos últimos con los mercenarios patrios, temidos en aquel entonces en todo el Occidente por sus destrezas y virtudes bélicas.

La expansión siguió con vigor pero de diversas formas. En algunos casos, nuevos miembros se asociaron a la hermandad comunitaria, participando en ésta como socios con derechos iguales; otras comunidades o territorios, sin embargo, fueron incorporados por medio de adquisición o conquista, siendo a partir de ahí considerados como territorios dependientes de la alianza.

 

La Confederación de 1291

Los orígenes de la Confederación Helvética se remontan al año 1291, año en el que los «cantones fundacionales» –las Tres Comarcas: Schwyz, Uri y Unterwald (hoy dividido en dos semi-cantones: Bajo y Alto Unterwald)– prestaron el famoso juramento de ayuda mutua, constituyendo la primitiva alianza (en realidad, la reafirmación de un pacto anterior). Las tres comunidades fundadoras decidieron que en el futuro se adoptasen las decisiones por unanimidad y que las discordias internas se resolviesen mediante arbitraje.

La muerte del Emperador Rodolfo de Habsburgo los incitó a pactar esa unión juramentada de defensa (Eidgenossenschaft, alemán) con el objetivo de preservar la autonomía y la paz y hacer desaparecer la justicia privada, o sea los rieptos y desafíos, porque temían que el sucesor al trono iba a atentar a sus libertades y franquezas, sometiéndolos a un gobernador forastero.

El pacto surgió, pues, de una política antihabsburgo y del deseo general de mantener el orden y la paz. Alianzas parecidas ya habían sido tejidas en fechas anteriores en la Suiza central, pero la de 1291 es la primera cuyo texto se preservó. Otro rasgo excepcional del pacto fundacional suizo es su perpetuidad ya que en aquella época las ciudades y comunidades solían más bien pactar alianzas a tiempo limitado.

El solemne juramento parece que se celebró en la famosa pradera de Rütli, cercana a la orilla del Lago de los Cuatro Cantones, que llegó a convertirse en símbolo de las libertades helvéticas.

El nombre de Guillermo Tell está allegadamente relacionado con los acontecimientos que acompañaron la celebración del juramento de Rütli. Tell es el presunto personaje que desafió a Gessler, el malvado baile imperial, un juez implantado por los Habsburgo para conseguir a la larga el sometimiento jurisdiccional de las comunidades locales en la Suiza interior.

Pero la autenticidad de esta historia legendaria ha sido cuestionada con acierto, aunque sí refleja, en cierto modo, las preocupaciones vividas por los contemporáneos del héroe nacional.

 

 

 

Consolidación y expansión

Ya antes del juramento de Rütli, los Habsburgo –que eran los señores de extensos territorios en la Suiza interior– habían trasladado su base de poder hacia oriente al conseguir el título «Duques de Austria». Pero el afán por acaparar siempre más poder en zonas cercanas al recién abierto paso del San Gotardo y la voluntad de recuperar los territorios perdidos, eran muy grandes. Por otra parte, los Cantones confederados –conscientes de que su libertad estaba en juego– perseveraban en su actitud defensiva, determinados firmemente en oponer resistencia a cualquier ataque de los contrarios.

Los acontecimientos se precipitaron, culminando en la famosa Batalla de Morgarten en 1315, en la que un pequeño ejército confederado aplastó las tropas austriacas.

En las cuatro decenas subsiguientes, la Confederación experimentó su primer período de expansión territorial. Lucerna se adhirió a la unión en 1332, Zúrich hizo lo mismo en 1351, Glaris y Zug entraron el año siguiente, y Berna en 1353. A la sazón, la palabra «cantón», entidad político-administrativa actual de la Confederación, todavía no era de común uso. La Confederación, que ya constaba de ocho comunidades aliadas, se conocía bajo el nombre colectivo de las «Ocho Comarcas Viejas» (
Acht alte Orte). Desde 1353 hasta 1481, la composición corporativa de la Confederación no sufrió cambios.

Aunque hubo uniones y ligas parecidas por todas partes en el Imperio, la Confederación Suiza fue en muchos aspectos diferente de las demás, sobre todo por ser una liga que asociaba aliados marcadamente rurales –como las tres «Comarcas Forestales», que constituyeron la primitiva alianza juramentada de 1291– con socios urbanos, las ciudades.

La preponderancia y el dominio político que ejercían las ciudades sobre los ámbitos rurales de su entorno, condujo con frecuencia a la merma paulatina de la independencia de las comunidades campesinas, que al fin se vieron dominadas por las urbes. La Confederación suiza, sin embargo, no encaja en ese cuadro general de la historia de las asociaciones juramentadas europeas.

 

 

 

Aunque no hubo alteraciones en lo concerniente a la composición política de la Confederación –la unión permaneció estable durante más de una centuria–, no por eso quedaron inconmutables sus fronteras territoriales.

La Confederación conquistó en 1415 la provincia de Argovia, hasta entonces en posesión de los Habsburgo. Los confederados compartieron el botín entre sí; algunas comarcas cayeron en posesión de Berna, otras en manos de Zúrich o Lucerna, mientras el partido restante llegó a ser una provincia semidependiente, un «bailío común» (Gemeine Herrschaft, alemán).

Lo mismo ocurrió cuando en 1460 los aliados (con la única excepción de Berna) se apoderaron de Turgovia, también de Austria, que administraron a continuación mediante sus propios bailes.

En lo sucesivo, Appenzell, Toggenburgo (parte del actual Cantón de San Gall), el Monasterio y la Ciudad de San Gall, Escafusa, Friburgo, Biena y Soleura ingresaron en la Confederación como Estados asociados.

Provincias asociadas y territorios sujetos

Las relaciones políticas de lo que entonces constituía la Confederación con otros lugares y territorios vecinos, que hoy son de Suiza, revistaban distintas formas, de los territorios sujetos hasta los señoríos independientes.

La estructura político-jurídica de las distintas comunidades políticas era muy compleja y heterogénea. Al cabo de un lado de la gama político-constitucional se encontraban las áreas apropiadas por conquista y administradas como «señoríos comunes», en las cuales los confederados designaban un gobernador o baile (Landvogt, alemán) que los administraba en su nombre.

Las comunidades urbanas también tenían sus propios territorios sujetos. Se trataba sobre todo de villas dependientes en el entorno rural. Estas «provincias» o «países sometidos» (Landschaft, alemán; literalmente «campiña») disfrutaban generalmente de una autonomía prácticamente total con derecho a elegir los propios gobernadores y representantes.

Otras villas se fueron incorporando en una alianza (conocida con la designación alemana de Burgrecht) contratada con ciudades, monasterios, incluso con individuos (por ejemplo nobles con derechos magnaticios) o con corporaciones, con el objeto de meterse bajo la protección del derecho local o corporativo («derecho curtense») del dicho lugar o de la dicha corporación. 

Los términos usados para designar a dichas alianzas variaban, pero los «países aliados» (Verburgrechtete) gozaban en general de los mismos privilegios y derechos, particularmente la protección militar y judicial y el libre acceso a las ferias. Berna era una de las confederadas más activas en este sentido; su política de expansión hacia oeste se basaba sobre este sistema de contratos o pactos de alianza.

Además de países sometidos y aliados, existían las así denominadas «comarcas asociadas» (zugewandte Orte), cuyos estatus jurídicos variaban considerablemente. Algunas de estas provincias asociadas ingresaban en la Confederación como plenos miembros, o bien quedaban fuera de la alianza, afirmando su autoridad y tramitando sus negocios con independencia de las demás; otros territorios, sin embargo, no se independizaron, permaneciendo meros protectorados de sus respectivos Cantones rectores.

Desacuerdos en la Confederación

La expansión de la Confederación no se desenvolvió sin dificultades. La política antiimperialista mantenía firme la alianza, pero a medida que esta amenaza fue decreciendo, los cantones empezaban a defender cada vez más sus propios intereses. En dos ocasiones durante el siglo XV, los desacuerdos internos conminaban la Confederación con su quiebra.

 

Zúrich contra el resto

Un conflicto estalló entre Zúrich y Schwyz sobre la herencia del último conde de Toggenburgo que murió en 1436. Zúrich se negó a aceptar el veredicto de los árbitros, pidiendo incluso ayuda militar a Austria. La disputa hirvió a fuego lento durante varios años, pero finalmente, en 1444, Austria logró persuadir a los mercenarios franceses de luchar al lado de la ciudad zuriquense. El ejército francés destrozó los confederados en la batalla de San Jacobo del Birs.

Cinco años después, los contrayentes firmaron un tratado de paz. Zúrich abjuró su alianza con Austria, prometiendo al mismo tiempo no concluir acuerdos semejantes en el futuro.

Ciudades contra el campo

Otra amenaza para la integridad y supervivencia de la Confederación resultaba de tensiones sociales y políticas no resueltas.

Los miembros de la Confederación se reservaban el derecho de concluir tratados con socios foráneos, pero después de la batalla de Borgoña en 1477, las ciudades miembro hicieron tantas nuevas alianzas con otras ciudades que los cantones rurales sospechaban que se volcase el ya débil equilibrio político de la alianza.

Los cantones rurales también se preocupaban por el continuo traspase del poder hacia oeste, ya que las pretensiones políticas del gran Cantón de Berna crecían dentro de la Confederación.

Lo que más escándalo causó fue el deseo de las ciudades-cantón de ampliar el estatuto de las ciudades asociadas Soleura y Friburgo, convirtiéndolas en miembros con pleno status cantonal.

Al final se llegó a un acuerdo en el Pacto de Stans (Stanser Verkommnis) en 1481, en el cual intervino el ermitaño Nicolás de Flüe, conocido bajo el nombre notorio de fraile Nicolás (Klaus). Soleura y Friburgo ingresaron en la alianza como miembros número nueve y diez.

Esplendor de la alianza en el siglo XV

La Confederación no era la única potencia en Europa que buscaba la expansión territorial. Los siglos XIV y XV contemplaron el auge del ducado de Borgoña, que en menos de un siglo llegó a ser una de las potencias más ricas y más ambiciosas de la Europa occidental.

Hacia mediados del siglo XV, el territorio de retales de la monarquía borgoñona se extendía por muy dilatadas posesiones, desde los Países Bajos en el norte, hasta al Franco-Contado en el oeste de la actual Suiza. Carlos el Temerario, duque de Borgoña, que sucedió al trono en 1467, emprendió muchas campañas bélicas para enlazar los territorios dispersos del ducado, desconectados entres sí como un mosaico; pero Berna vio en este avance del duque un peligro para su existencia.

En los años 1476-1477, en las batallas de Grandson, Murten y Nancy, los berneses, con la ayuda de otros confederados (aunque prestada a regañadientes), aplastaron el ejército de los borgoñones. Carlos cayó luego en la batalla de Nancy.

La victoria no permitió a los confederados anexar muchos territorios. La que más provecho sacó de la victoria confederada fue Francia, que pudo finalmente desprenderse de uno de sus más temibles adversarios, reabsorbiendo el ducado en la corona francesa. Otros territorios del ducado pasaron a posesión de los Habsburgo.

Carlos el Temerario y los confederados no se podían soportar. Antes de la batalla de Murten, Carlos proclamó que iba a «matar con la espada a todo suizo que cayese en sus manos para borrar esa gente salvaje de la faz de la tierra.» Los suizos triunfantes respondían de esta guisa: a los soldados borgoñones que escapan, los vamos a «ensartar como los gansos navideños», y haremos crujir sus cráneos «como si de nueces se trataran». La expresión «tan cruel como en Murten» se hizo común en el lenguaje local. Una especie de algas, que a veces aparece en el lago coloreando de rojo su agua, se conoce comúnmente bajo la locución «sangre de los borgoñones» (sang des Bourguignons).

Independencia y fin de la expansión en el siglo XVI

La guerra de Suabia, 1498-99

Un punto de inflexión en las relaciones con el Sacro Imperio Romano-Germánico marcó la guerra de Suabia, que estalló cuando el Emperador Maximiliano I de Habsburgo intentó introducir reformas que tendían a vincular la Confederación más estrechamente al Imperio.

Temiendo por sus libertades, los confederados hicieron alianzas con las tres ligas de los Grisones que por su parte también se veían amenazadas por Austria. La batalla empezó en los Grisones, extendiéndose rápidamente a otros territorios y acabando con una victoria helveta en Dornach, cerca de Soleura.

El Tratado de Basilea firmado después de terminadas las hostilidades, reconoció implícitamente la independencia (factual) de la Confederación dentro del conjunto territorial del Imperio alemán.

Basilea y Escafusa se hicieron socios de la Confederación como miembros plenos en 1501, considerando la adhesión como mejor vía para salvaguardar su independencia frente a posibles cercenamientos imperiales.

Después de la guerra de Suabia, la expansión de la Confederación parecía ser imparable. Cuando las grandes potencias europeas –los Habsburgo de Austria, los Valois de Francia y el Papado– se combatían para obtener la hegemonía sobre las prósperas ciudades-república lombardas, los suizos se veían involucrados en la pugna en uno y otro bando; por una parte porque reclamaban para sí una parte del Ducado de Milán, y por otra, porque había numerosos mercenarios suizos en las filas enemigas.

En los quince años que duró la lucha por la conquista de Milán, apoyaban primero a los franceses y más tarde, en 1510, al Papa, apoderándose de la ciudad en 1512. La Confederación obtuvo otra gran victoria sobre los franceses en Novara en 1513, con lo cual se esperaba una expansión ulterior en tierras lombardas.

Sin embargo, dos años más tarde, la suerte no acompañó a los suizos. Los franceses los derrotaron con la ayuda de los aliados venecianos en la famosa Batalla de Marignano, poniendo un punto final a las pretensiones expansionistas de los suizos.

Pero a pesar de la derrota, en el tratado de paz que se concluyó después, se hizo una importante concesión a los confederados, ya que se les dejaba en posesión del Tesino y otras regiones subalpinas que hoy son de Italia.

La Batalla de Marignano es considerada como un punto de viraje en la historia suiza: no sólo puso fin a la expansión militar, también fue el comienzo de la política de neutralidad suiza. Los suizos no dejaron de luchar por ello: sólo dejaron de guerrear por su propia cuenta, pero sus mercenarios siguieron al servicio de los reinos foráneos.