El Estado Federal

 

Introducción general

Los fundamentos de la Suiza moderna fueron cimentados en el siglo XIX. El acontecimiento político de mayor trascendencia fue, sin duda, la admisión de la Constitución federal en 1848 que creó un gobierno más centralizado y un espacio económico unitario, hasta entonces impensable por las grandes rivalidades cantonales.

Entre otras muchas cosas, el nuevo gobierno abolió los peajes internos, uniformó los pesos, las medidas y la moneda, y se hizo cargo del establecimiento de un sistema postal nacional.

Estos cambios posibilitaron el desarrollo de muchas distintas ramas industriales y servicios que todavía hoy constituyen el pilar fundamental de la prosperidad económica en este país. Se trataba de un desarrollo económico que halló su mayor expresión en la industria química, la ingeniería, la industria alimenticia y los sistemas financieros, los bancos.

Con todo, las condiciones sociales de mucha gente continuaron siendo bastante complicadas. La pobreza, el hambre y la falta de una perspectiva positiva en el mercado laboral, debida a la carencia de nuevos puestos de trabajo, provocó, a lo largo de la centuria decimonónica, una emigración en masa de un gran número de suizos, sobre todo a América.

 

Suiza después de Napoleón

La suerte se volvió contra Napoleón tras su derrota histórica en 1812 en su campaña rusa, y los aliados –liderados por Austria– trabajaron arduamente para conminar la influencia francesa en Suiza.

La idiosincrasia suiza no compaginaba con el centralismo francés. Las autoridades suizas prerrevolucionarias tornaron al poder a fines del año 1813, y las antiguas constituciones cantonales con sus desigualdades sociopolíticas fueron restauradas.

Pero a pesar de ello, los nuevos cantones fundados por Napoleón lograron salvar sus derechos de autogobierno, resistiendo a las reivindicaciones de restitución por parte de los antiguos dominios rectores que los tenían sojuzgados antes de 1798. Así se mantuvo la autonomía de los cantones, pero se afirmó a la vez el principio de la paridad intercantonal. Todos los cantones tenían ahora plenos derechos jurisdiccionales.

Bajo los auspicios de la nueva Acta federal firmada en agosto de 1815, los cantones recuperaron su soberanía en casi todos los asuntos, excepto en lo que se refería a relaciones internacionales.

Valais, Neucastel y Ginebra se unieron a la Confederación Suiza en 1815. Los territorios del obispado de Basilea –concentrados en el Jurá– fueron apartados de Francia e incorporados al cantón de Berna. Esta fue la última permutación significante de las fronteras suizas hasta hoy.

 

 

La Restauración: 1815-1830

A pesar de los éxitos alcanzados por las sociedades patricias y los gremios urbanos en la reinstauración de sus viejos privilegios, el sistema anticuado estaba condenado al fracaso, por lo menos a largo término.

La restauración de las antiguas regalías cantonales fue un obstáculo para el desarrollo económico, ya que cada cantón empezó de nuevo a acuñar sus propias monedas, recaudar los peajes y derechos de aduana, retornando así al viejo sistema de pesos y medidas.
 

Por eso, el comercio interno era tanto o más difícil que con los socios comerciales extranjeros. El ritmo del desarrollo económico también se frenó por el hecho que la gente no tenía el derecho de residencia en un cantón que no fuera su cantón natal.

Los liberales se opusieron a las presiones que las dos grandes monarquías continentales, Francia y Austria-Hungría, ejercían sobre el país alpino con el objetivo de preservar el viejo orden social.

Las fuerzas liberales respondieron, a su vez, con el resurgimiento de una conciencia patriótica. Los que apoyaban las fuerzas dinámicas del cambio fundaron numerosas sociedades en cuyo seno los suizos de los diferentes cantones tenían la ocasión de intercambiar ideas y conceptos y empezar a crear una conciencia colectiva, en el sentido de un reanimado espíritu nacional, que podríamos llamar «helvetismo».

 

 

La Regeneración: 1830-1848

La Revolución de Julio de 1830, que acabó con el reinado del reaccionario rey francés Carlos X, desencadenó el movimiento regenerador en Suiza. Muchos de los cantones conservativos establecieron en lo sucesivo unos gobiernos representativos e institucionalizaron la libertad de prensa y el libre comercio.

Pero a pesar de la crecida aceptación de las ideas progresivas, intentos de revisar o abolir el Acta de 1815 fueron desbaratados por las fuerzas de la oposición reaccionaria en los cantones conservativos y por parte de las monarquías europeas de la Restauración, las naciones valedoras que garantizaban el sistema internacional del Congreso de Viena.
 

El acta formaba una parte integrante del sistema contractual europeo, por cuyo motivo cualquier distanciamiento de estos convenios internacionales requería el consentimiento de todos los países signatarios.

 

 

Constitución federal de 1848

 

La nueva constitución se delineó a inicios del año 1848, recibiendo la aprobación unánime por la Dieta y su posterior ratificación por los 22 cantones.

La idea central de la nueva constitución residía en dar más poder al gobierno central, al cual se concedieron más derechos y deberes.

Con ello y con la sucesiva liquidación de barreras internas, que hasta entonces habían dificultado la libre afluencia de personas, bienes y monedas desde el exterior, se pudo llevar a cabo la incorporación del mercado nacional en el sistema económico-industrial europeo.

Las innovaciones más importantes fueron el establecimiento de una asamblea bicameral y la institución de un gobierno compuesto por siete ministros, basado en el principio colegial y en un sistema presidencial de rotación anual.

La Constitución federal de 1848 brindó a los ciudadanos suizos más derechos fundamentales y libertades, incluyendo la libertad de prensa, la libertad de creencia y la libertad de establecimiento.

Pero como en muchas sociedades europeas coetáneas, los derechos políticos sólo podían ejercer las personas naturales de sexo masculino.

La nueva Asamblea Federal abrió su primera sesión el 6 de noviembre de 1848, en la cual los liberales representaban una mayoría abrumadora.

La asamblea constituyente eligió el primer Gobierno, designando el primer presidente de la Confederación, Jonas Furrer, y señalando Berna como capital del Estado, desde entonces la denominada «Capital Federal».

En los años siguientes, la asamblea aprobó una seria de leyes que ayudaron a robustecer la organización «federal» y a uniformar la administración federal. La Confederación se encargó de la administración de correos, uniformó la moneda nacional y reformó el sistema de pesos y medidas. Anuló asimismo las aduanas internas que hasta entonces habían puesto muchas trabas al libre flujo de mercancías.

 

 

Política exterior de la República federal

La elección del Gobierno federal coincidió con la gran oleada revolucionaria que inundó Europa. Pero hacia 1850, los viejos regímenes autoritarios volvieron al poder, la Revolución había fracasado.

En los primeros años de la década de los 1850, las relaciones con Austria fueron especialmente tensas. El Tesino se convirtió en el refugio preferido de los irredentistas italianos, donde hallaron una acogida cálida de la población local. Austria violó a menudo la neutralidad suiza para hacerse de estos independentistas, pasando por alto las protestas de Berna. Austria expulsó alrededor de 6.000 tesineses de la Lombardía y declaró un embargo económico sobre la región, acentuando aún más la ya difícil situación social del área subalpina.

La neutralidad suiza hizo posible el desenvolvimiento de la intervención pacífica en conflictos armados mediante la ayuda humanitaria, ya que garantizaba la imparcialidad de los suizos con respecto a las partes beligerantes.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) fue fundado por Henry Dunant y otros en 1863. Aunque partía de una iniciativa privada, el comité se convirtió pronto en una institución suiza representativa de cara al extranjero gracias al reconocimiento internacional de su labor humanitaria. A iniciativa del CICR se celebró una conferencia internacional en Ginebra en el año 1864, que concertó el primer Convenio de Ginebra para proteger los soldados heridos. A partir de esa fecha, el CICR fue una de las fuerzas impulsoras en el desarrollo y la promoción activa de un derecho humanitario internacional. En la actualidad existen cuatro convenios ginebrinos.

Durante la guerra que protagonizaron Francia y Prusia en 1870-1871, concretamente al tiempo que se sitiaba y bombardeaba la ciudad de Estrasburgo, una delegación suiza consiguió que se les permitiera sacar tres convoyes con gente anciana, mujeres y niños de la ciudad cercada.

Pocos meses más tarde, en el mes de febrero de 1871, se concedió al derrotado ejército francés, dirigido por el general Bourbaki, de cruzar la frontera suiza para entregar allí sus armas. Las tropas fueron internadas y los heridos asistidos y curados en el país; fue la operación humanitaria de más largo alcance jamás realizada hasta entonces en la historia de la humanidad.

 

 

Industrialización

La industrialización comenzó muy pronto en Suiza. Ya hacia 1800, fue uno de los países más industrializados del mundo, y el proceso de industrialización continuó con vigor en el siglo XIX. Pero a pesar de su alto nivel de desarrollo, había muy poca industria pesante, y muchos trabajadores continuaron trabajando en casa; las fábricas no eran todavía muy comunes en aquel entonces.

La importante industria del algodón fue la primera que se mecanizó. Las primeras máquinas hiladoras aparecieron en 1801 cuando la primera fábrica de tejidos suiza abrió sus puertas en la ciudad de San Gall; hacia 1814 la tejeduría casera había desaparecido prácticamente en todo el país. Los numerosos ríos suministraron la energía para el funcionamiento de las máquinas.

Los textiles eran la especialidad manufacturera de la Suiza del norte y del este. En contrapartida, el Jurá francófono concentró sus actividades industriales en la fabricación de relojes, donde los manufactureros todavía realizaban su trabajo en el propio hogar, sin necesidad de acudir a las grandes plantas industriales.

La industrialización de la industria textil y los conocimientos técnicos de los relojeros aunaron el desarrollo de las máquinas y herramientas. La necesidad de colorantes para la producción textil asentó las bases para el crecimiento ulterior de la industria química, y ésta, a su vez, dio origen al desenvolvimiento de la industria papelera en un tiempo en el que la demanda de papel ya estaba de por sí creciendo.

En vista de los efectos desastrosos de la industrialización sobre la nutrición de los obreros en las fábricas, algunos empresarios suizos especializados en la producción de alimentos tomaron la iniciativa. Las trabajadoras que trabajaban en fábricas no tenían tiempo de cocinar al llegar a casa después de un largo día laboral, y no disponían tampoco de dinero suficiente como para poder comprar lo suficiente para comer. Esta escasez provocó la divulgación de enfermedades y el aumento de la mortalidad infantil.

La compañía Nestlé fue fundada por un refugiado político alemán, Henri Nestlé, que en los años 1860 desarrolló un método para combinar harina con leche. De esta mezcla salió un producto para nutrir bebés de madres que no eran capaces de amamantarlos. Maggi (ahora una sucursal de Nestlé) fue fundado en los años 1880, cuando el molinero Julius Maggi –hijo de un inmigrante italiano– desarrolló, en colaboración con Fridolin Schuler, un inspector de trabajo, una sopa instantánea, utilizando guisantes, judías y lentejas.

Movimiento obrero

Los beneficios de la prosperidad económica no estaban bien repartidos entre las clases sociales. Las condiciones laborales de las masas obreras eran muy duras. El horario laboral era muy largo. Como en otros países industriales, el trabajo infantil era común en muchas zonas del país.

Sin embargo, con el tiempo se fueron introduciendo mejoramientos para los obreros. Algunos cantones limitaron el horario laboral y prohibieron el trabajo infantil. 

En 1877, el electorado suizo aprobó por una muy escasa mayoría la primera ley laboral de Suiza, a pesar de la enérgica oposición de los empresarios que veían en aquella ley «una amenaza seria para la patria». La ley delimitó el horario laboral a 65 horas por semana.

A continuación, algunos empresarios introdujeron su propio sistema de prestaciones sociales, que se componían de retribuciones, cantinas y esquemas de seguros sanitarios.

«Los pobres no están para dar a otros la facultad de hacerse ricos a sus espaldas.»

 

Agricultura

La industrialización produjo grandes cambios en la agricultura, cambios que la hicieron más efectiva, pero que al mismo tiempo obligaron a mucha gente a abandonar su tierra.

Las innovaciones en el sector agrario tuvieron múltiples repercusiones para los campesinos que labraban el campo a la manera tradicional, es decir de mancomún con los socios de su comunidad rural: tuvieron que separar por ejemplo sus animales de pasto con vallas de la parcela del vecino.

La llegada del tren a mediados del siglo significó para la economía agraria que se podía importar trigo barato del extranjero, con lo cual los campesinos suizos empezaron a dedicarse a tareas más lucrativas y menos penosas, empleos que hallaron en la industria lechera. 

No obstante, miles de labradores sin tierra se vieron obligados a buscar empleo en otros sectores, y algunos encontraron la única solución en la migración a los centros urbanos o incluso al extranjero.

Sobre el año 1850, alrededor del 60% de la población suiza se dedicaba a una actividad agrícola. Pero ya en 1888, la cota había bajado al 36%, y más tarde, en 1914, sólo el 25% de la población trabajaba en el sector primario. Sólo Gran Bretaña tenía menos agricultores que Suiza.

 

 

Comercio y turismo

La red viaria se amplió considerablemente en las primeras décadas del siglo XIX. Se abrieron además numerosos pasos para el transporte vehicular.

El ritmo del desarrollo comercial e industrial no hubiera sido tan rápido sin el tren. La primera línea ferroviaria suiza fue construida en 1847. Entre 1854 y 1864 la longitud de la red férrea –construida por la iniciativa del sector privado– pasó de 38 a 1.300 kilómetros.

Pero a pesar de la importancia y popularidad del viaje en tren, muchas de las compañías ferroviarias privadas pronto empezaron a padecer dificultades financieras. Para mantener la red, el Estado compró las líneas más importantes, y en 1902, se instituyeron las Ferrovías Federales Suizas (FFS) estatales.

Al paso que las líneas ferroviarias se desarrollaron, el turismo creció. Aunque para mucha gente un viaje al extranjero era algo inalcanzable por lo caro que era, muchos miembros de las prósperas clases medias sí podían permitirse este lujo.

A finales del siglo XIX, Suiza fue un país muy atractivo para los turistas extranjeros. Vinieron más de 350.000 visitantes cada año. El desarrollo de los deportes invernaderos –practicado ante todo por los británicos– convirtió los establecimientos hoteleros en los Alpes en lugares turísticos muy requeridos, tanto en invierno como en verano. Muchos vecinos de las áreas montañosas encontraron un empleo en los hoteles o como guías turísticos.

 

 

Desarrollo de los bancos

Los grandes progresos económicos y sociales conseguidos a lo largo del siglo XIX, produjeron cambios fundamentales en el sector bancario. La construcción de las ferrovías, el establecimiento de las redes eléctricas y la expansión industrial, todo ello requirió inversiones enormes, con lo cual se fomentó infinitamente el despliegue de los sistemas financieros, sobre todo bancos y seguros.

Los grandes bancos industriales surgieron en la segunda mitad del siglo a raíz de una crecida demanda por parte de la economía privada, necesitada de medios de inversión para la financiación de sus proyectos infraestructurales. Estos bancos recaudaron sus fondos del capital de accionistas privados.

Cajas de ahorros y cooperativas satisfacían los menesteres de los campesinos y artesanos, ya que los grandes bancos no mostraban ningún interés por los pequeños empréstitos.
El Banco Nacional Suizo se estableció en 1907.

 

Educación obligatoria

 

La educación ya era un asunto público antes de 1848. Muchos ayuntamientos ya tenían sus escuelas primarias en los años 1830, a pesar de que la enseñanza pública todavía carecía de una aceptación universal en la población. 

Existían varias fuerzas sociales que se opusieron a ella: los padres y los empresarios querían que los niños trabajasen, y la Iglesia (tanto la católica como la protestante) todavía desconfiaba de la enseñanza laica. Había asimismo muchos municipios que no querían gastar dinero en la gestión y administración de escuelas públicas.

Las cosas cambiaron sin embargo con la institución del régimen constitucional de 1874 que hizo obligatoria la enseñanza pública gratuita.

Intentos de establecer un sistema educacional a escala nacional fracasaron por la oposición empecinada de los cantones. La organización descentralizada de la educación pública sigue en función aún hoy.

Los planes para el establecimiento de la formación superior dividieron el país. Los radicales querían institucionalizar una Universidad federal con el objetivo de infundir el espíritu liberal-burgués en los estudiantes para ganar así fieles partidarios.

A este proyecto se opusieron dos bandos: para los conservadores era una provocación, mientras los federalistas francófonos temían la dominación de la mayoría germano-parlante. Una solución contundente para todas las partes se halló con la institución del Politécnico de Zúrich que abrió sus puertas en 1855. Hoy se llama oficialmente Escuela Politécnica Federal de Zúrich (EPFZ), y hasta el año 1969 fue la única universidad federal en Suiza.

 

 

Emigración

El crecimiento demográfico y el hambre fueron dos importantes factores que conllevaron la emigración de centenares de miles de suizos a lo largo del siglo XIX. Hubo tres grandes oleadas de emigración en 1816-1817, en 1845-1855 y en 1880-1885.

La mayor parte de los emigrantes se fueron a Norteamérica, pero también se establecieron colonias suizas en muchas otras partes del mundo.

Los grupos de emigrantes solían componerse de gente de un mismo cantón. Algunos cantones se desprendieron de «personas non gratas», forzándolas a emigrar. Muchos lugares, sobre todo en América, llevan todavía hoy los nombres de los cantones de donde venían sus fundadores.

No todos los suizos emigraron para escaparse de la miseria. Había muchos que se fueron porque querían transmitir sus conocimientos y destrezas a otros países, algunas veces fueron incluso invitados expresamente por los gobiernos locales en el extranjero. Muchos otros sin embargo se fueron por voluntad propia.

 

 

Inmigración

Mientras la gente pobre se vio obligada a emigrar, inmigraron a Suiza muchos alemanes, italianos y austríacos, algunos con formación académica.

 

La pérdida de personas por la emigración al extranjero fue recompensada por una afluencia de extranjeros que se establecieron en Suiza, especialmente los inmigrantes alemanes, austríacos e italianos.

 

Algunos de los inmigrados eran refugiados políticos, muchos de éstos tenían una buena formación intelectual. La primera gran oleada de inmigrantes llegó tras el colapso de los movimientos revolucionarios en 1830, y la segunda, dieciocho años más tarde, cuando fracasaron las revoluciones burguesas en muchos países europeos.

 

Había muchos alemanes que encontraron trabajo como profesores en Suiza. Cuando se edificó la Universidad de Zúrich en 1833, prácticamente todas las plazas disponibles fueron ocupadas por alemanes. Profesores alemanes también enseñaron en otros institutos de enseñanza pública y otras universidades del país.

 

Había asimismo refugiados con habilidades y conocimientos industriales y empresariales.

 

Otros inmigrantes, sin embargo, mayoritariamente de origen italiano, fueron contratados para abastecer la demanda de mano de obra en proyectos infraestructurales como el entonces enorme proyecto ingeniero que suponía la construcción del túnel ferroviario a través del Gotardo.

 

Los marginados

En el siglo XIX existían también en Suiza grupos marginados como judíos, romaníes, ambulantes y apátridas.

 

A pesar de que la invasión francesa contribuyera a finales del siglo XVIII a allanar las desigualdades sociales en Suiza, algunas comunidades y capas sociales siguieron adoleciendo de derechos sociales y políticos. Las capas sociales más afectadas por la discriminación fueron ante todo los judíos y los denominados «apátridas», pero también los romaníes y los ambulantes.

 

Los judíos

Durante muchos siglos, los derechos de la comunidad judía habían sido recortados, y hubo temporadas más o menos largas en las que la minoría judía sufrió una persecución activa por parte de la Confederación (como en muchas otras partes en Europa). Desde mediados del siglo XIV fueron excluidos y expulsados primero de las ciudades y luego encerrados en zonas apartadas.

En el siglo XVIII se recortaron aún más sus derechos. Sólo se les permitía vivir en dos pueblos situados en el actual cantón de Argovia: Lengnau y Endingen.

Bajo el régimen de la República Helvética de 1798, adquirieron por fin el derecho de establecimiento, podiendo así elegir el lugar donde querían asentarse, residir y seguir una profesión. Pero estas libertades duraron poco tiempo. Ya en 1803, con la imposición del Acta de Mediación, se volvieron a cercenar sus derechos.

La situación jurídica de la comunidad hebrea sólo volvió a mejorar en los años 1860, cuando los judíos de nacionalidad suiza adquirieron el derecho al voto y el derecho a moverse y trabajar libremente en el país. Con la Constitución de 1874, sus derechos fueron equiparados con los de los demás suizos al obtener el derecho de culto.

Los apátridas

Los llamados «apátridas» (Heimatlose, en alemán) eran gente que no estaba registrada en ningún padrón como ciudadanos, por cuya razón muchos se vieron forzados a llevar una vida clandestina de vagabundeo.

Las personas podían perder el derecho a la ciudadanía por muchas razones: por ejemplo por descuidar de los niños, por vivir «en pecado» (como por ejemplo el vivir en un concubinato), por desertar del ejército o por motivos ideológicos o religiosos.

La legislación para los apátridas de 1850 tenía como objetivo primordial la prevención de la vagancia por medio de la «naturalización» y la domiciliación. Antes de su entrada en vigor, las municipalidades intentaron con todas las medidas disponibles hacer circular las personas desnaturalizadas para que no se quedaran en la circunscripción municipal, porque sabían muy bien que si no lo hacían, la nueva ley las iba a obligar a dar asistencia social a esos individuos sin patria y a todas las personas necesitadas.

 

Revisión constitucional en 1874

Los éxitos de la oposición democrática en los cantones (sobre todo en Zúrich) al introducir más derechos de participación directa, tuvo también consecuencias para la política federal. Los demócratas empezaron a exigir una mayor participación popular.

Algunas sociedades económico-liberales querían imponer una revisión de la constitución para así poder centralizar mejor la legislación relativa a asuntos económicos.

La constitución revisada se aprobó en 1874. Con ella fue operando un desplazamiento progresivo del poder estatal hacia la Confederación. Las ordenaciones que más resaltaron en la nueva normativa constitucional fueron: (1) la admisión del derecho a voto en los asuntos comunales; (2) la introducción del referéndum facultativo; y (3) el establecimiento del Tribunal Federal permanente. Sus disposiciones han sufrido pocos cambios sustanciales desde entonces.

La nueva constitución asentó las bases del sistema democrático directo, con lo cual toda nueva legislación podía ser cuestionada por el pueblo por medio del referéndum y la iniciativa popular. En la admirable trayectoria del constitucionalismo helvético, la Constitución de 1874 representa, sin lugar a dudas, un jalón fundamental.