El siglo XX

 

 

Introducción general

El siglo XX contempló importantes cambios en la política interior y exterior.

En los primeros años del siglo un solo partido político dominaba el Gobierno, hacia mediados del mismo ya eran cuatro partidos en el Consejo Federal.

La economía pública pasó por serias dificultades en las décadas de entreguerras, pero en términos generales se pueda afirmar que el siglo XX deparó a Suiza una prosperidad sin precedentes. La decadencia de la agricultura fue el proceso reverso del auge de las industrias altamente especializadas. Siendo un país de emigración a inicios del siglo, Suiza se convirtió en la segunda mitad del mismo en un país de inmigración.

El nivel de vida mejoró dramáticamente para muchas personas. Obtuvieron una seguridad social y condiciones laborales muchísimo más estables, así como un acceso mayor a una gama más variada de productos de consumo.

En el transcurso del siglo XX, las relaciones internacionales tomaron un rumbo muy distinto que en el siglo precedente, caracterizándose por una vinculación más estrecha con Europa y el mundo.

Pero a pesar de la consolidación de las relaciones internacionales, Suiza permaneció, por distintos motivos, algo apartada de la corriente dominante en Europa. No participó como país beligerante en las dos guerras mundiales. Por una serie de razones, Suiza se veía a sí misma como un «caso especial» dentro del panorama político europeo.

Pero a medida que las cosas fueron cambiando, se vio cada vez más forzada a afrontar los mismos desafíos que los países vecinos: como por ejemplo la integración europea y la globalización. No obstante, la neutralidad suiza siguió siendo un asunto central en los debates públicos.

En la última década del siglo, Suiza reexaminó su propio protagonismo histórico en la II Guerra Mundial. Una comisión de historiadores, liderados por el experto Bergier, elaboró un informe sobre el rol poco lisonjero que desempeñó Suiza durante la guerra.

El informe de la comisión Bergier representa un elemento clave para la comprensión de la historia contemporánea de este país. Además, su publicación en el 2002 dio paso a una profunda reevaluación de un período de la historia suiza hasta entonces más bien ignorada, sacando a la luz aspectos tanto negativos como positivos de la conducta política suiza en aquella época.

 

 

Suiza ante la 1ª Guerra Mundial

Los primeros años del siglo XX se caracterizaban por un fuerte empujón económico.

Productos textiles –tanto ropa como vestidos– continuaron a ser uno de los productos de consumo más importantes de la industria helvética, ya que daba trabajo a casi la mitad de todas las personas activas del sector industrial en 1900.

No obstante, muchos suizos abandonaron el país: entre 1900 y 1910 se fueron alrededor de 50.000 personas para encontrar la bienaventuranza en otro sitio.

Al mismo tiempo, muchos extranjeros vinieron a Suiza para encontrar una ocupación laboral, sobre todo en la construcción. Cerca del 12% de la población era extranjera.

 

Derechos de los trabajadores

Las condiciones laborales de los trabajadores mejoraron con el tiempo.

Los primeros contratos generales de trabajo se firmaron en la primera década del siglo XX, con lo cual se sentaron las condiciones base para la actividad laboral en Suiza, es decir los derechos y deberes de los trabajadores, pero también las obligaciones de los empresarios.

En 1912 se aprobó mediante referéndum la obligatoriedad del seguro contra enfermedades y accidentes a pesar de la obstinada oposición de las fuerzas conservadoras y radical-liberales.

 

Reformas democráticas

Por virtud de una iniciativa popular se llegó a cimentar el sistema proporcional de representación en 1918. De ello resultó que los liberales (Partido Radical Demócrata) perdieron casi la mitad de sus escaños en las elecciones nacionales del año siguiente.

Los que más se beneficiaron de la introducción de la representación proporcional fueron los socialistas y el nuevo Partido de los Campesinos, Artesanos y Burgueses (PAB), marcadamente agrario y católico-conservador.

A pesar de la gran proyección de los socialistas, presto se manifestó una concentración del llamado «bloque burgués» formado por los liberales del Partido Radical, los conservadores del Partido Católico Conservador y el grupo que defendía los intereses de los pequeños burgueses y campesinos del PAB; una alianza que dominaría el escenario político suizo de las décadas subsiguientes, excluyendo de la gobernación a los socialdemócratas.

No obstante, por medio de los recursos de la democracia directa, referéndum e iniciativa popular, los socialistas lograron defender los intereses de los obradores, convirtiéndose en una fuerza política decisivamente reformadora que además buscaba la colaboración con el bloque burgués en lugar de llevar una política de confrontación.

Sin embargo, en 1929, en un intento de conquistar una sede fija en el Gobierno, los socialistas se vieron enfrentados con el intransigente bloque burgués que supo impedirlo

 

Suiza y el advenimiento del fascismo

El primer gobierno fascista en Europa se estableció en Italia en 1922, el vecino meridional de Suiza.

Como ocurrió en otras naciones, en muchos cantones suizos se constituyeron numerosos «frentes» de la extrema derecha nacionalista a comienzos de la década de los años 1930.

Estos grupos derechistas se reclutaban principalmente de entre la clase media y del campesinado; en sus filas había muchos jóvenes intelectuales.

La ideología de los frentes derechistas se componía esencialmente de tres elementos:
(i) optaban por un gobierno autoritario y por la aniquilación de la democracia parlamentaria;
(ii) querían abolir el capitalismo y generalizar el corporacionismo con el cual se quiso allanar las diferencias ideológicas entre los trabajadores y los empresarios;
(iii) eran además muy nacionalistas y querían volver a las virtudes presuntamente olvidadas de los antiguos confederados, condenando a la vez el cosmopolitismo, la masonería, a los pacifistas y a los judíos.

Aunque al inicio algunos de los partidos del «bloque burgués» consideraban a los «frentistas» nacionalistas como aliados naturales en su lucha política contra el socialismo, comprendieron enseguida que en realidad les estaban detrayendo votantes. Por esa misma táctica de matón, el bloque perdió muchas simpatías en la población.

Una iniciativa popular, suscitada por los extremistas nacionalistas en 1935 para revisar la constitución y adaptarla a su propio programa político, no encontró el beneplácito popular al ser rechazada por un 70% del electorado suizo.

Hasta la llegada de la 2ª Guerra Mundial en 1939 se formaron diferentes corrientes de opinión en Suiza.

Por una parte, había suizos que buscaban una vía intermedia para adaptarse al nuevo orden impuesto por el nacionalsocialismo: había personas que asumían la ideología del Tercer Reich, mientras otras simplemente esperaban el momento oportuno para cooperar con los vencedores, una actitud que estaba en perfecta sintonía con la tradición suiza del compromiso pero que también puede ser interpretada como actitud oportunista.

Por otra parte, existían grupos y círculos políticos que querían oponerse a las ideologías totalitarias y defender los valores democráticos con todas sus fuerzas.

 

 

La 2ª Guerra Mundial

El objetivo central de Suiza durante la guerra fue preservar su independencia y mantenerse alejada de las zonas de combate.

Por el inminente peligro que partía de una posible invasión por la Alemania nazi, Suiza se vio obligada a aumentar los gastos de la defensa para poder generalizar el reclutamiento de milicias y extender las construcciones defensivas. En marzo de 1939, se movilizaron las reservas para defender mejor la frontera con Alemania. A la población se le advirtió de almacenar comida, y le fueron dadas instrucciones para prepararse en caso de ataques aéreos.

Todas las parcelas de tierra disponibles fueron removidas para el cultivo de trigo, con lo cual se esperaba garantizar el suministro de víveres.

Henri Guisan, un soldado con una carrera impecable en el ejército suizo, fue nombrado comandante en jefe del ejército suizo, recibiendo el grado de general –un grado que en Suiza sólo existe en tiempos de guerra–.

Se esbozaron los primeros planes para defender el territorio en caso que Suiza fuera invadida. Ello dio pie a la famosa táctica del «reducto» (
réduit, francés) en los Alpes, en cuyos valles se esperaba poder mejor organizar la resistencia contra una invasión. Se creía que al menos el reducto en los Alpes podría mantenerse inexpugnable, incluso si los alemanes lograran ocupar la mayor parte del territorio suizo.

Alemania anexó Austria en 1938. Y con la caída de Francia en junio de 1940, Suiza se vio rodeada completamente por Alemania y sus aliados.

Como nación neutral, sus relaciones exteriores con todas las partes beligerantes se dirigían conforme a los criterios establecidos en la Convención de La Haya de 1907.

 

 

Economía de guerra

La Convención de la Haya permite a estados neutros mantener relaciones comerciales con los beligerantes en tiempos de guerra, incluso la venta de armas.

Alemania fue durante mucho tiempo el socio comercial más importante de Suiza; su proporción en las exportaciones suizas creció entre 1940 y 1944. A pesar de la difícil comunicación y de la presión ejercida de Berlín, el comercio con los Aliados –especialmente con Estados Unidos– continuó, pero sólo llegaba a un tercio del volumen total de los importes provenientes de Alemania.

Las dos potencias del Eje (Alemania e Italia) absorbieron el 45% de la exportación suiza en los años 1940-1942. Los artículos de exportación más importantes eran máquinas y productos de hierro y acero, herramientas y aparatos, vehículos y productos químicos.

Estos bienes contribuyeron incuestionablemente a afianzar la fuerza de combate del Eje, pero las relaciones comerciales eran recíprocas. Los artículos importados por Suiza –carbón, productos petroleros y materiales de base para la producción industrial, así como provisiones– fueron bienes importantes que desmantelaron algo la capacidad y el esfuerzo guerrero de la Alemania nacionalsocialista.

Ambos bandos beligerantes fueron informados que Suiza mantenía relaciones económicas con el otro, y los dos lados consintieron expresamente.

Las vías de comunicación con los Aliados fueron reanudadas cuando las tropas estadounidenses alcanzaron la frontera suiza en 1944. Entonces, Suiza empezó a reducir el volumen comercial con respecto a Alemania, pero continuó permitiendo el transporte de mercancías no militares de Alemania a Italia y viceversa.

Como centro financiero neutral, Suiza hizo negocios tanto con los Aliados como con los países del Eje. Ambas partes vendieron oro a Suiza.

«De todas las naciones neutrales, Suiza tiene el mayor derecho a la distinción. Ha sido la única fuerza internacional que conectaba las horriblemente hendidas naciones con nosotros. ¿Qué importa que haya sido capaz de darnos la ventaja económica que deseábamos, o que haya dado demasiado a los alemanes para garantizar su propia supervivencia? Ha sido un estado democrático que luchaba por la libertad, arrinconándose en sus valles para su autodefensa, y en sus pensamientos estaba, a pesar de su raza, largamente a favor nuestro.»

Winston Churchill (1874-1965): Primer ministro británico durante la guerra

 

La política de asilo durante la guerra

Refugiados militares

Bajo los criterios del Convenio de la Haya, los soldados de ambos bandos que –por múltiples razones– se refugiaron en Suiza, fueron internados y puestos bajo estricta custodia para impedir que se escaparan. La mayor parte de ellos tuvo que trabajar o bien en las granjas como suplentes de los suizos movilizados, o bien en proyectos de edificación.

Con todo, Suiza dio refugio a más de 100.000 militares extranjeros durante la guerra. El primer gran grupo de militares fueron tropas francesas y polacas que habían cruzado la frontera tras la sumisión de Francia en junio de 1940; otros grupos menores eran prisioneros de guerra, desertores o heridos.

Refugiados civiles

Suiza dio asilo a un total de 55.000 civiles más 67.000 refugiados fronterizos; entre ellos unos 21.000 judíos. Además, unos 60.000 niños pasaron una temporada en Suiza para recuperarse de las secuelas bélicas.

En agosto de 1942, el Gobierno suizo comunicó el cierre completo de las fronteras. Esto ocurrió precisamente cuando Alemania estaba empezando con las deportaciones en Francia. En vista de la oleada de protestas que suscitó la decisión, el Gobierno tuvo que ceder en algunos puntos.

 

Sanidad y evolución demográfica

Durante el siglo XX, la población suiza creció de 3.315.443 habitantes en 1900 a 7.261.210 en el 2000. 

El mejoramiento de los servicios de sanidad fue uno de los factores decisivos para esta dramática crecida demográfica. La mortalidad infantil cayó al mismo tiempo de aproximadamente 1/8 en 1900 a menos del 4,5 por mil al final del siglo. Y las enfermedades que antes eran mortales como la tuberculosis, por ejemplo, han desaparecido prácticamente. 

Como ocurrió en muchos países occidentales, la cota de la natalidad disminuyó sucesivamente a lo largo de la centuria. 

Gracias a la inmigración constante, las cifras demográficas permanecen más o menos estables.

 

Política exterior durante la Guerra Fría

La política exterior suiza después de 1945 estaba —como siempre— determinada por la neutralidad. A lo largo del período de posguerra Suiza se asoció a numerosos organismos internaciones que no la comprometieron con respecto a su imparcialidad política frente al exterior.

Suiza fue uno de los Estados fundadores de la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC) en 1960, e ingresó en el Consejo de Europa como pleno miembro tres años más tarde. En 1996, se incorporó en la Asociación por la Paz (APP), establecida por la OTAN tras el colapso del comunismo. Sin embargo, hasta hoy se mostró reluctante en su actitud de rechazo hacia una posible adhesión a la Unión Europea.

A pesar del hecho que Ginebra representa la sede europea de las Naciones Unidas (ubicada en el Palacio de las Naciones, originalmente edificado para la antigua Sociedad de las Naciones que nunca se había instalado allí) y que Suiza participa desde hace mucho tiempo en organizaciones menores de la misma, no fue hasta el año 2002 que el electorado helvético aceptó el ingreso de Suiza en la ONU.

 

Emancipación política de las mujeres

La situación de las mujeres en Suiza mejoró paulatinamente en el transcurso del siglo XX, pero se rezagó generalmente en comparación con otras naciones europeas.

Un hecho sobresaliente en la trayectoria de la emancipación femenina en Suiza es la tardanza notable en la equiparación electoral de las mujeres con respecto a los hombres (única excepción hecha de Liechtenstein). Fue sólo en el año 1971 cuando el electorado masculino aceptó en votación pública el derecho al voto electoral y refrendario femenino a escala federal.

Un sistema de subsidio para la maternidad ha sido introducido en la constitución en 1945, pero todas las tentativas que se han hecho desde entonces para implementarlo han sido rechazadas por el pueblo electoral hasta 2004 cuando los votantes aceptaron que las madres empleadas tengan el derecho a una prestación estatal por maternidad para sus hijos recién nacidos.

Hasta entonces, la mayoría de los empleadores solían pagar un determinado porcentaje de indemnización en proporción al salario para varias semanas después del parto, pero no se trataba de una obligación legal. El pueblo electoral había rechazado en cuatro ocasiones previas el seguro de maternidad sobre todo porque se creía que iba a costar demasiado. La provisión sobre la baja por maternidad entró en vigor el 1 de julio de 2005.

La situación económica de las mujeres todavía no alcanza el mismo nivel que la de los hombres. Persisten aún grandes disparidades salariales entre los sexos, incluso si la mujer dispone de las mismas calificaciones para un determinado trabajo.

 

 

Cuestión del Jurá

 

Aunque las fronteras nacionales permanecieron intactas durante todo el siglo XX, sí hubo cambios por lo que respecta a los confines interiores al nacer un nuevo cantón en 1979: el cantón del Jurá.

El estatuto del Jurá fue el resultado de una lucha de treinta años de los separatistas francófonos en el cantón de Berna por la autonomía cantonal de su región. La población del área norte del Jurá bernés se distinguía por su fuerte adherencia al catolicismo; y hubo muchos que protestaban contra la discriminación religiosa y lingüística practicada en un cantón mayoritariamente germano-parlante y protestante.

Ahora bien, el movimiento disidente no sólo tuvo que vérselas con el gobierno cantonal en Berna, sino también con la región meridional del Jurá bernés que –aunque francófono– también era protestante, como los berneses alemánicos en el gran resto del territorio cantonal.

Tras una lucha enconada, la edificación del nuevo cantón, constituyéndose de tres de las siete antiguas provincias del Jurá, fue aprobada por el electorado suizo en una votación federal. El estatuto entró en vigor el 1 de enero de 1979.

 

La juventud suiza en los años 80

Raras veces las actividades de la gente joven de hoy ocupan los titulares de la prensa diaria. No fue así en cambio en los años 80, cuando la sociedad suiza sufrió toda una serie de sublevaciones juveniles que resultaron de un descontento general entre la gente joven que resentía el peso sofocante que la cultura burguesa ejercía en ellos.

El movimiento nació cuando las autoridades de la ciudad de Zúrich decidieron asignar un subsidio cuantioso al teatro de la ópera local. Un grupo, que se llamaba Grupo de Acción Fábrica Roja, tuvo un altercado con la policía local con ocasión de una manifestación de protesta que reclamaba edificios públicos para el establecimiento de una cultura juvenil alternativa no comercial. Algunos escaparates de comercios colindantes fueron destruidos y algunos coches quemados. La demanda por Centros Juveniles Autónomos se convirtió en uno de los lemas clave de la revuelta juvenil en Suiza.

Hubo tumultos durante todo el decenio de los ochenta en las grandes urbes del país: en Zúrich y Lausana (1980), en Berna (1982/87) y en Basilea (1988).

 

Reformas políticas y constitucionales

Tras la amenaza que los extremistas radicales supusieron para el sistema democrático suizo en los años 1930, los partidos políticos que amparaban la democracia parlamentaria empezaron a buscar el consenso en lugar de la confrontación.

Los socialistas se acercaron más al centro político, mientras el «bloque burgués» hizo una concesión importante a la izquierda política al aceptar el Partido Socialdemócrata (PS) como adversario legítimo.

Con la elección del socialista Ernst Nobs en 1943, el partido socialista obtuvo su primer sede en el Gobierno.

Desde 1959, los escaños del Consejo Federal han sido designados conforme a una pauta directriz, la denominada «fórmula mágica», según la cual a los radicales (PRD), socialistas (PS) y democristianos (PDC) corresponden dos escaños y a la Unión Democrática del Centro (UDC) uno.

En el último decenio, los partidos del centro (PRD y PDC) fueron cediendo terreno en ambos lados del espectro partidista. En 1995, los socialistas se convirtieron por primera vez en la historia en el partido más votado en las elecciones nacionales.

Pero en las elecciones de octubre de 2003, perdieron el liderazgo ante los representantes de la derechista Unión Democrática del Centro, en pleno avance desde comienzos de los años noventa; y los liberales y los cristianodemócratas se replegaron todavía más.